En nuestro país, el 5.2% de la población total tiene alguna discapacidad.

Si hablamos de números, a nivel nacional son 1 575 402; de los cuales, 754 671 son varones y 820 731 son mujeres; fuente: INEI – Primera Encuesta Nacional Especializada sobre Discapacidad, 2012. Estos datos  no incluyen el número de personas con una discapacidad que no es visible físicamente como el Trastorno del Espectro Autista – TEA. Hoy en día, muchos de ellos no tienen un diagnóstico exacto, y otros, no saben que lo tienen pero el entorno se ha encargado de hacerlos sentir diferentes; así, a pesar de no identificar qué les ocurre realmente, intentan ser y actuar de acuerdo a patrones que muchos podrían denominar “socialmente aprobados”, llegando a ser discriminados algunas veces.

En cualquiera de estos casos, la pregunta es: ¿Cuánto hemos hecho a pocos meses de terminar el último año del llamado Decenio de las Personas con Discapacidad en el Perú 2007-2016?.

Hace poco, participando del Congreso Internacional de Autismo en México, escuché a personas con autismo hablar de su condición, aquella que los hace diferentes, no necesitan ni buscan lástima o sobreprotección, sólo una sociedad comprensiva que respete la diversidad, fue un llamado a la reflexión y un desafío para la acción. De alguna manera u otra todos podemos ser parte de este desafío para lograr la inclusión; lo cierto es que muchas veces mostramos indiferencia o no nos damos cuenta que la discapacidad existe, salvo que tengamos algún familiar o persona cercana que la tenga, y es entonces cuando empezamos a identificar un conjunto de situaciones que deberían cambiar y que nuestra sociedad hasta ahora no acierta con una respuesta adecuada y oportuna.

En nuestro país, el 5.2% de la población total tiene alguna discapacidad.

Si caminamos por las calles, vemos que la ciudad no está hecha pensando en las personas con discapacidad, existen rampas en algunas aceras y en otras no, unas más inclinadas que otras y ni qué decir de las agrietadas o con huecos. De otro lado, las personas están menos sensibilizadas para actuar pensando en el otro, por ejemplo, el desorden vehicular que incluye el ruido de las bocinas (que resulta todo un problema para las personas con autismo por su sensibilidad a estos ruidos), la intolerancia de los conductores al no permitir que los peatones crucemos las líneas peatonales de manera tranquila y no corriendo; el uso de los asientos reservados de los servicios públicos; si a ello se suma los juicios precipitados de las personas, tildando de “niño mal criado” cuando presencian un berrinche sin conocer el cuadro completo de lo que ocurre realmente; complementa este panorama  la incomprensión de algunos maestros hacia los niños que necesitan más apoyo en el aula cuando su aprendizaje no va acorde a las exigencias del currículo.

…las personas están menos sensibilizadas para actuar pensando en el otro, por ejemplo, el desorden vehicular que incluye el ruido de las bocinas…

¿Qué hacer para cambiar esta situación?, ¿Será cuestión de dejarla en manos de nuestras autoridades?, ¿tendrán real interés por la inclusión de las personas con discapacidad? NO. El desafío de la inclusión es y debe ser una tarea de todos y de todas, todo cambio empieza en cada uno de nosotros, cuando nos valoramos para sentirnos útiles en este proceso y nos despojamos de nuestro egoísmo e indiferencia. Nos ayudamos de la empatía para actuar pensando en el otro u otra, y de la incidencia como una herramienta para que las autoridades asuman su responsabilidad más allá de lo declarativo.

Este decenio por las personas con discapacidad no termina en el 2016, debe marcarnos el inicio de un proceso donde todos, personas e instituciones seamos capaces de fortalecer una sociedad inclusiva y respetuosa de todas las personas.

Autora:
María Eydie Espinoza Castillo, consultora en Desarrollo infantil temprano. Máster en intervención educativa y psicológica, Universidad de Navarra (España)

 

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